Monday, March 19, 2007

TODAY ECONOMIC OUTLOOK

Monday Morning Outlook

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The Lion that Squeaked
Brian S. Wesbury; Chief Economist
Robert Stein, CFA, Senior Economist
Date: 3/19/2007

The way the story is being told, the US economy is about to get eaten alive because some unscrupulous lenders goaded some unwary homebuyers into taking out loans they couldn't afford. The fear is that "subprime" loan default rates will soar, further weakening the housing market and making it more difficult for financially healthy borrowers to get loans. And as the housing market goes, so goes the US economy.

We disagree. While poorly structured loans will result in many foreclosures and bankruptcy for some lenders, the impact on the overall US economy should be negligible.

First, US GDP growth rates are not directly reduced by a shift from homeownership to renting. Renting or owning are both counted as consumption of housing services. Foreclosures do not cause homes to disappear, nor do they remove the spending power earned by workers. The asset price of homes may change but the real value of housing services rendered by the housing stock (rentals and owner-occupied homes combined) will barely budge, if at all. And while construction or mortgage-related job losses may rise, the adjustment will take place over time, limiting the damage.

Second, the days of limited financial choice are long gone. Years ago, when local banks found themselves holding bad loans (often based on local economic conditions), they had to limit all lending, including to creditworthy borrowers - and those worthy borrowers had nowhere else to turn. Now, interstate competition and even international competition have made it almost irrelevant if a particular lender goes belly-up. There are always other healthy financial firms ready to seize market share from troubled ones, or buy assets at fire sale prices. Moreover, the world is awash in liquidity, interest rates are low, and the Fed is still accommodative - not tight like it was in 1999-2000 prior to the stock market crash.

Third, the increase in mortgage payments associated with non-fixed-rate mortgages is relatively small. Total US residential mortgage debt is about $10 trillion - with about $7 trillion fixed and $3 trillion in adjustable-rate products and other exotics, such as interest-only and negative amortization loans. About $600 billion of these non-fixed-rate loans will have major re-sets in 2007, going from the teaser rate to the full rate or going from interest-only or "negative am" periods to full amortization. These major re-sets should boost annual payments by about $15 billion - slightly more than 0.1% of GDP - a relatively small amount that is not enough to draw blood, much less mortally wound, the US economy.

Another fear is that real estate price declines might impinge on consumer net worth. To assess these risks we use a model of residential real-estate prices based on rents, after-tax incomes, interest rates, and the stock market. The model suggests that on a nationwide basis, owner-occupied homes were probably about 5% overvalued at the end of 2006, versus 10% overvalued at the end of 2005. This likely means that some markets are significantly overvalued, but most are at or near fair value. In other words, this is not the dot.com bust all over again. Falling to fair value overnight could require a loss of $1 trillion in household net worth (5 percent of total owner-occupied housing assets of $21 trillion). But even this loss is small when compared to the $3.8 trillion increase in the net worth of US citizens in 2006. The most likely outcome is for rents and incomes to gradually grow to justify the current average level of home prices. This lion won't roar.

Sunday, March 18, 2007

EL NUEVO MUNDO DE GOOGLE

REFLEXIONES LIBERTARIAS
EL NUEVO MUNDO DE GOOGLE
Ricardo Valenzuela


El año de 1997, James Dale Davison, hasta entonces un desconocido escritor, publicó una perturbadora obra titulada; El Individuo Soberano. Al principio, el explosivo contenido de su libro no fue notable puesto que, los tradicionales escépticos, simplemente los calificaron como una obra más de ciencia ficción para luego pasar a condenarlo a un estrepitoso fracaso.

Sin embargo, cuando un grupo de críticos pensantes y menos superficiales se percataran el autor era el mismo que años anteriores, en otra de sus obras, The Great Reckoning, con puntería de francotirador había anunciado multitud de acontecimientos que sucedieran tal como los pronosticara; Desde la caída de la bolsa en los años 80, la de Rusia, hasta la guerra en Yugueslavia, se dieron entonces a la tarea de afinar sus percepciones.

En este su tercer enunciado, Davison regresaba para, con ese futurismo que tanto incomoda, proceder con una nueva avalancha de preediciones las que, al igual que las contenidas en sus obras anteriores, provocaron se le calificara desde irresponsable demente, hasta el profeta de las negras expectativas racionales opacando las amenazas de Malthus.

Davison iniciaba su obra con una cita de Danny Hillis: “Se siente como si algo realmente grande está a punto de suceder: Las graficas nos muestran los crecimientos de la población, las concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera. Millones de direcciones electrónicas, mega bites y giga bites representan dólares y otras monedas. Todo ello viajando hacia una desconocida dimensión: La singularidad, me parece, es el final de todo lo que conocemos. Luego, el inicio de algo que tal vez nunca lleguemos a entender.”

Son muchos los mensajes de la obra de Davison, pero los podemos resumir afirmando: La humanidad abandona su tercera etapa de la Revolución Industrial, para iniciar la cuarta y muy diferente. En la tercera etapa los avances tecnológicos permitieron a las sociedades liberarse de las cadenas impuestas por la religión y monarquías. La nueva Revolución del conocimiento, está destinada a liberarnos de otras diferentes reduciendo y transformando el concepto de nación—estado.

Este moderno Nostradamus, navegando en el desarrollo su obra acude a otra cita autoría de John Barlow, revelando así la medula de su mensaje: “El verdadero tema de hoy como siempre ha sido, es control. El Internet se ha convertido en un fenómeno con tentáculos tan largos y dispersos, que hace imposible su control para cualquier gobierno. Al estar creando una zona libre, antisoberana e imposible de regular, invita a cuestionar la propia idea de nación—estado.”

El día del lanzamiento del libro, por motivos inexplicables, una extraña fuerza me condujo desde mi hotel ubicado en Park Avenue de Nueva York, a la impresionante librería Borders sobre la famosa quinta avenida en donde se desarrollaba ese evento promocional. Ahí tuve la oportunidad de conocer a uno de los colaboradores en la obra, James Bennett, con quien inicié buena amistad que con el tiempo se ha fortalecido. Jim para mi ha sido algo similar a quien conduce un ciego por desconocidas avenidas.

A pesar de mi interacción con Jim y, especialmente, de la profunda impresión que me dejara la lectura de ese extraordinario libro, he tardado tiempo para detectar el novedoso fenómeno producto de la ola cibernética que cubre ya a la humanidad. Me di cuenta, y así lo anuncié, la forma en que Microsoft se convertía en elemento promotor de un cambio histórico en el estadio mundial. Claramente percibí la fuerza del Internet, y de la misma forma grité, era ya el verdadero mercado libre en esta etapa de la historia. Ello ha sucedido y navega sobre mar en calma

Sin embargo, en los últimos cinco años, iniciamos la penetración de un espeso bosque que muy pocas mentes adivinaron y, sobre todo, ya en lo profundo de la maraña de este tupido monte, son todavía muy pocas esas mentes alertas ante el evento: Una revolución en medio de otra en lo que yo he llamado, El Nuevo Mundo de Google. Ante sociedades completamente dormidas, Google se ha dedicado a revolucionar los mercados y está ya transformando las diferentes culturas del mundo. Ha sido tal el efecto social de su transitar, que opaca la increíble historia de un muy exitoso proyecto de negocios generando billones de dólares.

En 1999, Google era una más de la multitud de “maquinas de búsqueda” cabalgando por el Internet y contaba con sólo 30 empleados. En esos momentos ya coqueteaba con la posibilidad de colocar publicidad pagada aprovechando la avalancha de buscadores de información, sin embargo, se resistían a la posibilidad de “acorrientar” la empresa cuyo negocio básico era la información. Pero, además, en Marzo del 2000 explotaba la burbuja del NASDAQ y con ella los potenciales clientes que Google consideraba. Fue cuando decidieron probar un instrumento que bautizaran AdWord, para combinarlo con un portafolio de 60 millones de búsquedas diarias.

AdWord se confeccionó como un anuncio de publicidad muy sencillo, con la creativa novedad que el anunciante tiene que pagar un precio negociado, pero sólo cuando alguno de los navegantes de la red haga clic con su mause en el pequeño cuadro que lo conduce al sitio Web del anunciante. El proyecto fue bautizado como Pay per Clic, “pague cuando oprima.”

Después, Google lanza al mercado un nuevo producto: AdSense. Utilizando esta debutante idea, Google ofrece la oportunidad a quienes mantengan sitios de Web o blogs, de colocar en ellos determinados anuncios que, al igual que AdWord, solamente se pagan cuando alguien hace el famoso clic. De lo que genere ese clic, Google le da una participación, ya negociada, al dueño del sitio Web en el cual AdSense fue colocado. Si alguien quiere comprobarlo, entre a mi Web y solamente haga clic.

Ante el inesperado éxito de tal proyecto, Google encendía la mecha de la competencia cuando, Yahoo y Microsoft agresivamente se lanzan para lograr una porción del gigantesco pastel emergiendo del horno, y que en estos momentos representa más de 1 trillón de dólares anuales. Como consecuencia de esta avalancha, ha florecido un mercado paralelo de compra venta de Ads en lo que se asimila a un arbitrage financiero, y los ahora conocidos como brokers de tráfico cibernético.

Con un valor patrimonial, inclusive, sumamente difícil de estimar, Google y su poderosa base de datos de las intenciones de las sociedades, se está convirtiendo en el aparato cultural más poderoso de la historia. Pero no todo termina en ese punto, porque con Google estamos presenciando los inicios de la inteligencia artificial, cuyas consecuencias son inimaginables.

Saturday, March 17, 2007

CAPITAL HUMANO

Human Capital
by Gary S. Becker

To most people capital means a bank account, a hundred shares of IBM stock, assembly lines, or steel plants in the Chicago area. These are all forms of capital in the sense that they are assets that yield income and other useful outputs over long periods of time.

But these tangible forms of capital are not the only ones. Schooling, a computer training course, expenditures of medical care, and lectures on the virtues of punctuality and honesty also are capital. That is because they raise earnings, improve health, or add to a person's good habits over much of his lifetime. Therefore, economists regard expenditures on education, training, medical care, and so on as investments in human capital. They are called human capital because people cannot be separated from their knowledge, skills, health, or values in the way they can be separated from their financial and physical assets.

Education and training are the most important investments in human capital. Many studies have shown that high school and college education in the United States greatly raise a person's income, even after netting out direct and indirect costs of schooling, and even after adjusting for the fact that people with more education tend to have higher IQs and better-educated and richer parents. Similar evidence is now available for many years from over a hundred countries with different cultures and economic systems. The earnings of more educated people are almost always well above average, although the gains are generally larger in less developed countries.

Consider the differences in average earnings between college and high school graduates in the United States during the past fifty years. Until the early sixties college graduates earned about 45 percent more than high school graduates. In the sixties this premium from college education shot up to almost 60 percent, but it fell back in the seventies to under 50 percent. The fall during the seventies led some economists and the media to worry about "overeducated Americans." Indeed, in 1976 Harvard economist Richard Freeman wrote a book titled The Overeducated American. This sharp fall in the return to investments in human capital put the concept of human capital itself into some disrepute. Among other things it caused doubt about whether education and training really do raise productivity or simply provide signals ("credentials") about talents and abilities.

But the monetary gains from a college education rose sharply again during the eighties, to the highest level in the past fifty years. Economists Kevin M. Murphy and Finis Welch have shown that the premium on getting a college education in the eighties was over 65 percent. Lawyers, accountants, engineers, and many other professionals experienced especially rapid advances in earnings. The earnings advantage of high school graduates over high school dropouts has also greatly increased. Talk about overeducated Americans has vanished, and it has been replaced by concern once more about whether the United States provides adequate quality and quantity of education and other training.

This concern is justified. Real wage rates of young high school dropouts have fallen by more than 25 percent since the early seventies, a truly remarkable decline. Whether because of school problems, family instability, or other factors, young people without a college or a full high school education are not being adequately prepared for work in modern economies.

Thinking about higher education as an investment in human capital helps us understand why the fraction of high school graduates who go to college increases and decreases from time to time. When the benefits of a college degree fell in the seventies, for example, the fraction of white high school graduates who started college fell, from 51 percent in 1970 to 46 percent in 1975. Many educators expected enrollments to continue declining in the eighties, partly because the number of eighteen-year-olds was declining, but also because college tuition was rising rapidly. They were wrong about whites. The fraction of white high school graduates who enter college rose steadily in the eighties, reaching 60 percent in 1988, and caused an absolute increase in the number of whites enrolling despite the smaller number of college-age people.

This makes sense. The benefits of a college education, as noted, increased in the eighties. And tuition and fees, although they rose about 39 percent from 1980 to 1986 in real, inflation-adjusted terms, are not the only cost of going to college. Indeed, for most college students they are not even the major cost. On average, three-fourths of the private cost—the cost borne by the student and by the student's family—of a college education is the income that college students give up by not working. A good measure of this "opportunity cost" is the income that a newly minted high school graduate could earn by working full-time. And during the eighties this forgone income, unlike tuition, did not rise in real terms. Therefore, even a 39 percent increase in real tuition costs translated into an increase of just 10 percent in the total cost to students of a college education.

The economics of human capital also account for the fall in the fraction of black high school graduates who went on to college in the early eighties. As Harvard economist Thomas J. Kane has pointed out, costs rose more for black college students than for whites. That is because a higher percentage of blacks are from low-income families and, therefore, had been heavily subsidized by the federal government. Cuts in federal grants to them in the early eighties substantially raised their cost of a college education.

According to the 1982 "Report of the Commission on Graduate Education" at the University of Chicago, demographic-based college enrollment forecasts had been wide of the mark during the twenty years prior to that time. This is not surprising to a "human capitalist." Such forecasts ignored the changing incentives—on the cost side and on the benefit side—to enroll in college.

The economics of human capital have brought about a particularly dramatic change in the incentives for women to invest in college education in recent decades. Prior to the sixties American women were more likely than men to graduate from high school but less likely to continue on to college. Women who did go to college shunned or were excluded from math, sciences, economics, and law, and gravitated toward teaching, home economics, foreign languages, and literature. Because relatively few married women continued to work for pay, they rationally chose an education that helped in "household production"—and no doubt also in the marriage market—by improving their social skills and cultural interests.

All this has changed radically. The enormous increase in the labor participation of married women is the most important labor force change during the past twenty-five years. Many women now take little time off from their jobs even to have children. As a result the value to women of market skills has increased enormously, and they are bypassing traditional "women's" fields to enter accounting, law, medicine, engineering, and other subjects that pay well. Indeed, women now comprise one-third or so of enrollments in law, business, and medical schools, and many home economics departments have either shut down or are emphasizing the "new home economics." Improvements in the economic position of black women have been especially rapid, and they now earn just about as much as white women.

Of course, formal education is not the only way to invest in human capital. Workers also learn and are trained outside of schools, especially on jobs. Even college graduates are not fully prepared for the labor market when they leave school, and are fitted into their jobs through formal and informal training programs. The amount of on-the-job training ranges from an hour or so at simple jobs like dishwashing to several years at complicated tasks like engineering in an auto plant. The limited data available indicates that on-the-job training is an important source of the very large increase in earnings that workers get as they gain greater experience at work. Recent bold estimates by Columbia University economist Jacob Mincer suggest that the total investment in on-the-job training may be well over $100 billion a year, or almost 2 percent of GNP.

No discussion of human capital can omit the influence of families on the knowledge, skills, values, and habits of their children. Parents affect educational attainment, marital stability, propensities to smoke and to get to work on time, as well as many other dimensions of their children's lives.

The enormous influence of the family would seem to imply a very close relation between the earnings, education, and occupations of parents and children. Therefore, it is rather surprising that the positive relation between the earnings of parents and children is not strong, although the relation between the years of schooling of parents and children is stronger. For example, if fathers earn 20 percent above the mean of their generation, sons at similar ages tend to earn about 8 percent above the mean of theirs. Similar relations hold in Western European countries, Japan, Taiwan, and many other places.

The old adage of "from shirtsleeves to shirtsleeves in three generations" is no myth; the earnings of grandsons and grandparents are hardly related. Apparently, the opportunities provided by a modern economy, along with extensive public support of education, enable the majority of those who come from lower-income backgrounds to do reasonably well in the labor market. The same opportunities that foster upward mobility for the poor create an equal amount of downward mobility for those higher up on the income ladder.

The continuing growth in per capita incomes of many countries during the nineteenth and twentieth centuries is partly due to the expansion of scientific and technical knowledge that raises the productivity of labor and other inputs in production. And the increasing reliance of industry on sophisticated knowledge greatly enhances the value of education, technical schooling, on-the-job training, and other human capital.

New technological advances clearly are of little value to countries that have very few skilled workers who know how to use them. Economic growth closely depends on the synergies between new knowledge and human capital, which is why large increases in education and training have accompanied major advances in technological knowledge in all countries that have achieved significant economic growth.

The outstanding economic records of Japan, Taiwan, and other Asian economies in recent decades dramatically illustrate the importance of human capital to growth. Lacking natural resources—they import almost all their energy, for example—and facing discrimination against their exports by the West, these so-called Asian tigers grew rapidly by relying on a well-trained, educated, hardworking, and conscientious labor force that makes excellent use of modern technologies.

¿LA REPUBLICA DEL NORTE?

LA REPUBLICA DEL NORTE
Ricardo Valenzuela


Tremenda agitación han causado las afirmaciones del Prof. Charles Truxillo, de la Universidad de Nuevo México, en el sentido de que se está iniciando la gestación de un movimiento que concluiría con la creación de un nuevo país conformado por los estados del sudoeste de los EU, y los del norte de México. Truxillo afirma que la creación de esta nueva entidad, se estaría estructurando en los próximos 80 años y integrando los Estados de Texas, Nuevo México, Arizona, California y el sur de Colorado en los EU. Y los estados de Baja California, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, y Tamaulipas en México, con su capital en Los Angeles, su nombre; La República del Norte.

El Profesor Truxillo, aclara que tal integración no será el resultado de una guerra civil, sino de un proceso político y de presiones electorales de la mayoría latina que estarán configurando todas esas entidades en el país del norte, aunque, en un punto de su comunicado afirma que dicha integración se deberá llevar a cabo utilizando “los medios que sean necesarios.” Truxillo continúa diciendo que pensar en la disolución de la Unión Soviética hace 20 o 30 años, se hubiera antojado ridículo, pero ha sucedido. El subraya que la tendencia global, está llevando a la región fronteriza entre los dos países hacia su autonomía e independencia.

Aquí el catedrático está abriendo heridas que todavía no cicatrizan. El estado de Nuevo México, donde la población latina, sumada con los indios regionales y los afroamericanos, representa el 54% de la población total de la entidad, es un campo fértil para este tipo de efervescencia. En este estado, particularmente después de su anexión a los EU, los mexicanos que permanecieron en él, fueron víctimas de grandes injusticias, despojos de sus tierras, y vejaciones----pero de eso hace más de 150 años. Truxillo entonces toma la bandera chicana y levanta su voz en contra de esa anexión de Nuevo México a los EU durante el siglo pasado, y finalmente reclama que los tratados de Guadalupe Hidalgo no fueron respetados. Inclusive, va hasta repetir una y mil veces, que los Estados de la Unión Americana, de acuerdo con la constitución de 1777, tienen el derecho de retirarse de dicha Unión cuando lo consideren conveniente.

En el caso mexicano, hay muchos antecedentes de inconformidad y rebelión de los estados del norte en contra del gobierno centralista. De hecho, la revolución se inició en el norte, y en un momento dado, tanto Villa en Chihuahua, Obregón en Sonora, y Carranza en Coahuila, manejaron sus estados con gran autonomía, sin rendir cuentas al gobierno federal, y era ello uno de sus principales reclamos revolucionarios, autonomía. Los estados del norte mexicano estaban configurados por los descendientes de rancheros que habían combatido la ferocidad de los apaches, habían luchado contra las inclemencias del desierto, lo que les había forjado un carácter recio e independiente. Los revolucionarios del norte mexicano peleaban por democracia, autonomía, respeto a la propiedad privada. Los revolucionarios del sur, como Zapata, peleaban por tierra, por una reforma agraria social, por la expropiación de las haciendas.

Inclusive, años después el mismo Villa, a través de su representante en los EU, estuvo promoviendo una reunión con un poderoso senador americano, Fall, en donde el tema de discusión sería la división de México creando una nueva república norteña, que abarcaría los estados de Baja California, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas y la parte norte de Veracruz. Por desgracia para el senador americano, la carta en la que invitaba a Villa a conferenciar, cayó en manos del servicio secreto de Carranza en El Paso, Texas, y hasta ahí llegó tal proyecto. Obregón, Carranza, Madero, todos ellos norteños, nunca creyeron en uno de los postulados básicos de la revolución; la reforma agraria sabían que destrozaría el país y, al final del conflicto, el mismo Villa también, debido a la influencia de Felipe Angeles, había dejado de creer en ella.

El Señor Truxillo ha tocado un tema por demás interesante, pero lo ha tocado desde el punto de vista equivocado. El suena mas como Sadam Hussein reclamando a Kuwait como otra provincia mas de Irak, y dispuesto a librar la madre de todas las batallas para recuperarlo. Durante muchos años esta controversia ha despertado enfrentamientos y pasiones. Inclusive uno de los motivos que mas se especula provocó la invasión y el ataque de Columbus, Nuevo México, de parte de Pancho Villa, es porque él pensaba que el presidente Wilson estaba elaborando planes con Carranza, para anexarse Chihuahua y Sonora, aprovechando el caos reinante en medio de la revolución mexicana.

Es Profesor Truxillo suena mas como un activista chicano representando la corrección política de la izquierda, y a mi me daría pánico el simplemente considerar lo que éste señor piensa deba de suceder. Sin embargo, hay interesantes libros sobre este tema como; “Las nueve naciones de América del Norte” de Joel Garreau, en donde se nos ofrece una visión mucho mas serena, optimista, y conciliadora de lo que potencialmente tiene esta interesante región. Garreau piensa, y lo dice en su libro, que ésta es la región con más potencial del mundo. La región en donde se encuentran dos culturas, dos religiones, infinidad de razas, dos sistemas políticos y religiosos, y es la puerta de América Latina hacia el país más rico y poderoso del mundo.

El autor americano, James Bennett, retoma el tema en ese punto y propone el crear una gran zona libre, mas no de la proporción considerada, en donde se establezca un sistema judicial a la imagen del de Estados Unidos, una verdadera economía de mercado, verdaderos mercados libres, impuestos reducidos, un gobierno mínimo, inmigración abierta, tal vez una nueva moneda el “Amex” respaldada con oro o plata, para de esa forma crear la región de mayor explosión económica, política y cultural de la historia de la humanidad. Una región en la cual se le de el espacio requerido al ser humano para que florezca, en la cual miles y miles de individuos y comerciantes grandes y pequeños, puedan intercambiar sin la intromisión de un opresivo gobierno. Una zona en la cual el respeto a la propiedad privada sea el eje que mueva a la sociedad. Bennett incluye solo los estados de Sonora, Baja California Norte, Coahuila, Nuevo León, Chihuahua del lado mexicano. Texas, Nuevo México, Arizona, y el sur de California del lado americano.

Bennett continúa afirmando, la similitud de ideología y estructura que caracteriza a los estados del noroeste de México y sudoeste de los EU. El sudoeste americano ha sido republicano, independiente, lejos de los centros de poder de Washington. El noroeste mexicano ha sido también independiente, autónomo, lejos de los centros de poder del DF, está cada día mas controlado por el partido similar al republicano; el PAN, y los gobernadores priistas de Chihuahua y Coahuila, podrían pasar como panistas en donde quiera.

Esta no sería una unión política, sino mas bien económica, legal, social, y cultural, en la cual los estados participantes tendrían gran autonomía en cuanto al manejo de sus políticas y sus decisiones. Esta región pudiera tal vez ser el laboratorio para después llevar el concepto a todo el país. Una región en la cual el PIB de la misma, seria varias veces mas grande que el del México actual. Una región de libertad, creatividad, trabajo, respeto, y del imperio de la ley. Garreau la ha bautizado como Mexamerica, la región del siglo XXI, y del tercer milenio.

Porque si eso no sucede o no se permite, no creo pasen muchos años en que atestiguamos el nacimiento de la nueva Republica SINCALSONCHI, integrada por los estados de Sonora, Baja California, Chihuahua, Sinaloa, Coahuila y Nuevo León. ¿Fantasía? Eso pensaban los rusos hace unos cuantos años.