Saturday, May 24, 2008

Biocarburantes, veredicto... ¿Culpables?

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Comenzó como un come come al que apenas se le daba importancia y ya está acaparando la atención de los grandes organismos mundiales como la ONU o la Organización Mundial de Comercio (OMC). El caso es que la relación entre el aumento de los precios de los alimentos y el incremento de la demanda de biocombustibles ha comenzado un camino tortuoso en el que, por suerte para algunos y por desgracia para otros, están condenados a ir de la mano durante las próximas décadas.

Pero ¿cuánto hay de mito y cuánto de cruda realidad entre una y otra circunstancia? Lo que es un hecho consumado es que los precios de alimentos básicos para países del Tercer Mundo como el trigo o el arroz han entrado en una dinámica de ascenso que está poniendo a los países subdesarrollados al borde del abismo.

Por poner un ejemplo, durante el último año el maíz se ha encarecido hasta un 130% y el arroz -básico para la dieta alimentaria de economías del sudeste asiático- ha visto aumentar su precio un 87 por ciento. A finales de abril el precio de este cereal marcaba récords históricos, hasta cotizarse la tonelada a la friolera de 1.000 dólares (unos 645 euros). Las protestas han empezado a correr como la pólvora en países como Filipinas, cuya dieta depende directamente de los cereales.

La definición

Es necesario explicar qué son exactamente los biocombustibles y para qué se utilizan. Hay dos clases de biocarburantes de este tipo: biodiésel y bioetanol, compatibles con el gasóleo y la gasolina, respectivamente. El primero se obtiene mediante un proceso químico que separa la glicerina del petróleo utilizando como materia prima aceites vegetales o animales. El segundo, aplicable a los motores de gasolina, utiliza como base el alcohol obtenido de la fermentación de una biomasa con altos contenidos en hidratos de carbono.

Actualmente, según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), el etanol se elabora sobre todo a partir de almidones y azúcares procedentes de cultivos como la caña de azúcar.

Pero los ciudadanos no están viendo sólo cómo se dispara el precio de los cereales, sino que detrás de ellos van otros alimentos básicos como la carne, los huevos y la leche. El programa mundial de alimentos de la ONU acusa directamente a los biocombustibles, que se obtienen de los mismos aproductos con los que se alimenta buena parte de la población mundial.

Impacto real

De este modo, la demanda de cereales aumenta y los piensos para el ganado -que también se obtienen a partir de estos productos- disparan su precio; algo que al final pasa factura al productor, que tiene que subir el precio, y al consumidor, que se ve obligado a pagar más por el mismo producto.

William Ramsey, director ejecutivo de la AIE, explicaba, en declaraciones a elEconomista, que "las circunstancias pueden crear un mercado con dificultades, los alimentos ahora tienen un alto componente energético y es cierto que hay un impacto real en algunos precios como el del maíz. Tenemos que solucionar un problema, pero tendremos que valorar las consecuencias económicas".

No es para menos: tal es la escalada de precios que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ya se refiere a la situación como "tsunami silencioso". Una catástrofe que, según indica la organización, amenaza con dejar en manos de la hambruna a 100 millones de personas.

La producción crece

Mientras, la producción de biocombustibles sigue creciendo, alentada también por las directrices medioambientales que llegan tanto desde la Unión Europea como desde los diferentes acuerdos internacionales que pretenden reducir las emisiones de dióxido de carbono.

Por ejemplo, en Brasil, principal productor mundial de etanol, se prevé que la producción de este tipo de biocarburante (suplemento de la gasolina tradicional) alcance los 44.000 millones de litros en 2013, frente a los 21.000 millones que se están produciendo en la actualidad.

En Estados Unidos, donde también la gasolina es el combustible más empleado y, por extensión, el etanol es el que está teniendo más salida, la producción de este carburante verde se duplicará durante los próximos ocho años.

El caso de Estados Unidos es además especialmente llamativo
, ya que el Gobierno de la Casa Blanca aporta importantes incentivos fiscales a las plantas productoras de bioetanol, que están copando el mercado mundial con sus exportaciones. Desde la ONU calculan que en 2016 se destinarán a la producción de biofuel 110 millones de toneladas de maíz estadounidense, un 32% de su producción total.

Gran mercado en la UE

A esto hay que añadir que, en sólo ocho años, la cantidad de maíz destinada a la producción de etanol en los Estados Unidos ha crecido nada menos que un 533%. Con estos datos sobre la mesa, es comprensible que desde las Naciones Unidas alerten de que los precios podrán mantenerse en máximos históricos a lo largo de la próxima década.

En el caso de la Unión Europea, el uso de biocarburantes , partiendo de 2006 y tomando como horizonte el año 2010, habrá crecido un 170%. Para 2016, el Viejo Continente utilizará 18 millones de toneladas de trigo para producir este tipo de carburantes verdes.

En la Unión Europea es especialmente relevante el mercado de biocarburantes, ya que la directiva de renovables pendiente de aprobación propone que en 2020 un 10% del consumo final de combustibles en los países de la Unión Europea corresponda a este tipo de carburantes verdes.

La otra versión

Tsunami silencioso, hambruna, escalada imparable de los precios... no todos hablan en estos términos o, al menos, no todos se lo achacan a los biocombustibles. Desde la Asociación de Productores de Energías Renovables (APPA) denuncian que se ha venido haciendo una campaña de desprestigio contra los biocombustibles, dado que su impacto real sobre el mercado de alimentos es reducido. Para ello aportan datos como que sólo el 20% del incremento experimentado en el consumo mundial de aceites entre 2004 y 2007 se ha debido al biodiésel. En la Unión Europea, además, sólo el 1% de la producción de cereales se destinó al bioetanol, mientras que en España el 75% de los cereales se destina a la alimentación animal.

Hay que tener en cuenta un factor importante que no se puede dejar de lado: el aumento brutal de la demanda de alimentos en países como China e India. El poder adquisitivo de sus miles de millones de habitantes ha aumentado, por lo que el acceso a los alimentos es mayor y afecta a nutrientes de más calidad, como la carne y el pescado.

En cualquier caso, en un mundo en el que tienen que convivir el bienestar social y la lucha contra el cambio climático y los gases de efecto invernadero, una de las mejores soluciones será, sin ninguna duda, apoyar la investigación. Éste es el camino que hará posible el desarrollo de biocombustibles de segunda generación que no necesitarán alimentos como el maíz o el trigo para su producción.

Este tipo de carburantes, cuya puesta en marcha avanza día a día, se basa sobre todo en la celulosa y hemicelulosa que se obtiene a partir de plantas no aptas para el consumo. De este modo, materias primas tales como los cereales podrían seguir aplicándose a sus usos tradicionales, bien para pienso o para alimento humano. Pero para eso es necesario un mayor respaldo inversor.

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